jueves, 5 de abril de 2012

El cerezo y el mirlo.

Un árbol solo. Lejos de otros muchos, a 6 metros detrás de el habían distintos contenedores de basura: orgánica, de plástico y de vidrio.

Era primavera y no le florecían muchas flores de cerezo, pese a estar el tronco delgado y bien sano, como también aparentaban estar bien sus raíces.

Como todas las estaciones, los pájaros emigraban a zonas más cálidas, el cerezo los contemplaba sin poder hacer otra cosa, estaba deprimido.

Así pues, nuestro árbol triste, abrió su tercer ojo. El mundo del inconsciente. Allí todo era más hermoso. El árbol apreciaba melancólico, pensativo el haz de luz de los espíritus de los pájaros que habían dejado el mundo mientras revoloteaban en cima de sus hojas, y por encima del cielo. Ver aquello siempre le había echo sentir bien, porque sentía el espíritu libre de los pájaros, dibujándolo de vez en cuando con sus hojas, jugando que los alcanzaba y cogía.

Pero hoy sólo miraba.

Hasta que, el espíritu de un mirlo negro se posó en una de sus ramas.

-Cerezo amigo mío. Me recuerdas?- le dijo con su luz el espíritu del animal.

Tras una breve pausa, con la que parecía que el cerezo se volvía más viejo:

-Claro, pajarillo, eras el mirlo de la mancha roja en la cola. Pajarillo, recuerdo a cada uno de vosotros, o esa es mi intención. No me gustaría que caigáis en el olvido. Sino, ¿quién os recordaría?....- el árbol mira al mirlo. –pero vaya… mírate, pareces distinto, eres de color blanco ahora.-

-sí, me hubiera gustado conservar mi color, sabes? Eso me sentía ser más yo. Pero mira. No sé como funcionan esas cosas.-

-lo cierto es que ni yo sé como funcionan.- suspira.- amigo mío. Una de las cosas en las que estaba pensando, es que… ¿qué pasará con vosotros cuando yo muera?, quién os recordará?-

El pajarillo niega con la cabeza. –Cerezo, creo que vas a durar una eternidad. Además, he viajado de nuevo por el mundo, y no es bueno pensar así, de echo, quedan muy pocos árboles, por lo menos en las colonias humanas.- el pequeño mirlo se acicala las plumas blancas.

-si…. Estoy muy sólo, mis raíces no llegan a más compañeros, sólo os tengo de vez en cuando a vosotros, muy brevemente, os retengo en mi memoria, pero apenas venís llega la noche y os dormís, o simplemente pasa una persona y huís. Es lo malo de no ser muy alto.-

Pero el mirlo no responde.

-a veces, miro sus caras, sabes?, La de los humanos.

Hay una chica que me preocupa, sólo la he visto dos veces, me mira, mira mis flores con el rostro triste. Así que miro dentro de ella. y noto que no quiere ocupar mucho sus pensamientos, y sigue andando pensando en caminar, en el peso de sus pasos y se compadece de mí. Me rompe el corazón la humanidad, mirlo mío, me lo rompe.-

-ellos se lo buscan, opino yo.- se implica un poco el pajarillo.

-pero no lo entiendo, mirlo, no entiendo que haya personas con esa sensibilidad y no aprendan con la naturaleza. Por ejemplo, sabes ¿qué es ver a veces esos restos orgánicos y yo que estoy a dieta con agua y con los orines y demás de sus mascotas?, sinceramente, desconozco cómo aguantas mis raíces.-

-tienes razón árbol.- dijo el mirlo habiendo echado un vistazo alrededor.-pero yo no puedo hacer nada tan sólo visitarte, pero esto es muy grande y pocos árboles a mucha distancia.-

-si, es verdad, ya lo sé, y pese a que estoy triste, una charla aunque corta como puede ser esta es un respiro, porque aunque no sea agradable esto que te he presentado, pero por lo menos alguien me ha escuchado. Y me alegra el día.- y el árbol cerrando los ojos para sí dentro, siente que puede empezar a ir abriendo más flores de sus ramas. Así que mientras el espíritu del mirlo blanco se queda observando y acompañando al árbol, éste empieza a abrir sus flores.

Luego, el árbol, viendo que el pajarillo no echa a volar, le pregunta. – no emprendes vuelo?.-

-no tengo ganas, me apetece, pasar la noche con un combatiente como yo.- si el mirlo tuviera labios esbozaría una sonrisa cómplice hacia el cerezo.

-claro! Pequeño amigo, tranquilo, yo te protegeré con mis ramas, traslade de rama en rama si no quieres que te de el viento y mi tronco te haga de escudo. No tengo muchas hojas, pero podrás ver el cielo estrellado.-

-querido cerezo… ya no siento el frío, y tampoco hace falta que me protejas, ya no puedo sufrir daño.- dice el pajarillo un poco triste, pero bromista.

-ya lo sé pequeño fantasmita. Pero así me siento un poco más importante, deja que al menos lo imagine.- contesta el cerezo.

-tienes razón, viejo amigo. Déjame resguardarme esta noche en tus ramas, que a fín de cuentas, ya no tengo a dónde ir.-

-con mucho gusto, soy todo tuyo mi hermoso mirlo.-